lunes, 21 de junio de 2010

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


Elizabeth no pudo por menos de observar, mientras ojeaba algunas partituras colocadas sobre el piano, con cuánta frecuencia los ojos del señor Darcy se posaban sobre ella. Dificilmente se le hubiera ocurrido que podía ser objeto de admiración para persona tan importante; aunque aún era más improbable que la contemplase por el desagrado que le producía verla. Tan sólo pudo imaginar al fin que atraía su atención porque había en ella algo más erróneo y reprensible, según sus ideas de lo que estaba bien y estaba mal, que en el resto de los presentes. Aquella suposición no la apenó. El señor Darcy no le gustaba lo bastante como para que le preocupara su aprobación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario